viernes, 8 de marzo de 2024

Visto en las redes 64#

 ¡Hola a todos!

Ya vuelvo a estar por aquí con esta sección. Para los que no lo sepan, me gusta mucho porque da pie a muchos debates. Es más, estoy muy contenta porque este pasado mes entablé en redes algunos debates sanos y muy interesantes (patrocinados por @GisselEscu@xCarolM y @Doberwoman_) relacionados con los temas que os traigo hoy. Espero que la disfrutéis y que podamos hablar de un montón de temas interesantes. ¡No os olvidéis de comentar todo aquello con lo que estéis o no de acuerdo!

Eso sí, antes de nada, empezaré explicando en qué consiste la sección para aquellos que aún no lo sepan. Ya sé que estos párrafos que vienen a continuación son muy repetitivos, pero siempre hay gente nueva que no sabe en qué consiste la sección y me gusta informar de ello. Visto en las redes es una recopilación de todos aquellos tweets que me han parecido interesantes (y a los que he dado retweet) publicados el último mes (febrero, en este caso) por diversas personas, y una selección de las reflexiones relacionadas con el mundo literario que he compartido por las diferentes redes sociales. Es decir que... ¡atención, porque podríais salir mencionados en esta entrada! 

Me decidí a crear esta sección como excusa para hacer debates porque sé que algunos de vosotros no me seguís en las redes sociales tranquilos, estáis en la lista negra (tanto porque no os interesa como porque no tenéis una cuenta) y pensé que os podría parecer interesante tener una recopilación de esta información. Así, todos los que no tenéis redes podrías estar al tanto y los que me seguís, pero estáis saturados, podríais tener un resumen. 

Como sabéis, el blog está en varias redes: en Twitter, en Facebook, en Instagram, en The Storygraph, en Goodreads y en Bloguers (podéis acceder a mi perfil de cada red social haciendo click en los enlaces), pero estoy especialmente activa en Twitter, Facebook e Instagram, por lo que en esta sección me centraré en esas redes sociales.  

Repito, como en cada ocasión, que la idea de esta sección no es completamente mía (siempre hay que dar créditos). Me inspiré en una sección muy parecida en el blog de Deja volar tu imaginación llamada Citando a Twitter. En ella, Patt recopilaba algunos de sus retweets favoritos, aunque siempre están relacionados con reflexiones sobre el mundo en general, no centradas en el ámbito literario. 

Y sin más dilación, os dejo con la entrada:

Visto en Instagram
La portada de este libro no es muy bonita (nada que ver con la original), pero BabelReader le ha sabido sacar todo el partido posible. No solo los elementos están muy bien escogidos y se relacionan con el título, sino que su colección de máscaras es muy bonita y el ángulo en el que ha posicionado el espejo es perfecto. La tela del fondo parece propia de un baile antiguo, con ese estampado y tonos grises, y la cinta azul que cruza la imagen encaja en color y refuerza la idea de los bailes.


Puede que la fotografía de 
MientrasleoS  no sea espectacular, pero las dos figuritas leyendo me han conquistado. Nada más verlas empecé a investigar donde conseguirlas. Seguramente las pediré para reyes^^



Me encanta lo creativa que es Omairagtz 
al relacionar obra con fondo. Un libro en el que el agua es tan importante encaja perfectamente con una fuente cuyas aguas no son cristalinas. Además, me sorprende que haya captado justo el momento en el que crea ondas. Muy acertado.




Visto en Twitter


Todavía hay gente que es incapaz de entender estas críticas de Mazarbul y Annabel Navarro. Todas las obras se enmarcan en un contexto y son fruto de su tiempo. No podemos criticar un clásico por promover valores que no son acordes con los actuales. Entiendo que en algunos casos sea necesario, por ejemplo en obras destinadas a un público infantil, pero en otros es absurdo porque lo único que haces es borrar el pasado. Entonces, ¿no deberíamos respetar también las novelas problemáticas que se publican hoy en día porque reflejan nuestra realidad? No. Está bien reflejar la realidad incluyendo personajes o mensajes tóxicos, pero si lo idealizas, si no lo criticas, darás a entender que esta realidad merece perpetuarse y que es positiva. ¿Qué opináis vosotros?

Estas palabras de la cuenta de Goodreads me representan. Cerrar un libro no implica salir de la historia. Suelo reflexionar sobre mis lecturas antes de ir a dormir, pero puedo quedarme empanada pensando en un libro en cualquier situación. Esto me pasa sobre todo con los libros muy buenos, porque mi cabeza es incapaz de desconectar de la historia de un solo plumazo y sigo dándole vueltas e incluso sonriendo inconscientemente. Pero también me pasa con los libros malos, los que abandono a medias, porque abandonar un libro es una decisión muy meditada, que necesita tiempo, tiempo en el que mi cuerpo suele hacer acciones mecánicas, como limpiar la casa.
 
Cuando me pasa eso, siento la misma satisfacción que Vale Ivs Percy Jackson; el problema es que con la mayoría de relecturas suelo llevarme una desilusión. ¿Os ha pasado alguna vez? Solo releo libro cuando han pasado unos diez años y ya lo he olvidado casi por completo (para que la experiencia sea similar a la primera vez que lo leí) y claro, en ese tiempo, es normal que haya cambiado como persona y que no me guste tanto, ni mucho menos. Por eso, siempre es una alegría inmensa releer un libro que vuelva a encantarte.

No podría estar más de acuerdo con Kate Cobac y eso es algo que se nota mucho en el mundo de los mangas: los autores publican los capítulos semanalmente, sin posibilidad de tomarse descansos ni de pararse a ordenar y planificar la obra o de reescribir fragmentos. Por ello, su estructura siempre es muy irregular y los autores tienden a encontrarse mal de salud. Muchos lectores se dejan llevar por el ansia y devoran contenidos sin masticar y luego exigen más y más a un autor que hace lo que puede con los ingredientes que tiene, porque no dispone de tiempo para dejar macerar la obra ni para seguir formándose. Si quieres leer algo realmente bueno, ten paciencia; no será por libros pendientes. 

Teniendo en cuenta lo mucho que ha subido todo, los libros no podían ser menos. El problema, como comenta Unai McFly es que los beneficios de esa subida se los quede la editorial y no los reparta entre el resto de profesionales del sector del libro, cuyos sueldos llevan años congelados. Correctores, traductores, maquetadores y rotuladores, en el caso de los mangas, han visto cómo las editoriales infravaloran e incluso prescinden de sus servicios ofreciendo productos de peor calidad que el consumidor acepta sin rechistar. Cuanto más traguemos sin quejarnos, peor será el producto que obtendremos a cambio.

Siempre que leo un libro con numerosos errores ortográficos, aporto mi granito de arena y lo denuncio en redes. Puede que nadie escuche mi voz, pero si todos nos alzamos y hacemos como Leyna, entre otras cuentas que sigo y que critican estas cosas, quizás lograremos cambiar algo. No perdemos nada por intentarlo, pero podemos ganar mucho. Si las editoriales se dan cuenta de que al no invertir suficiente en corrección están perdiendo prestigio y ventas, seguro que tarde o temprano harán algo por arreglarlo.

Estoy muy de acuerdo con Kurenai. No sigo demasiadas cuentas de influencers, pero sí que he visto este merchandising especial por aquí y por allá. A mí eso me da mucha envidia. Sí, a los lectores nos interesa la lectura del libro, pero si no le podemos decir que no a una portada bonita, ¿cómo vamos a ignorar una edición que incluye merchandising de una obra que nos gusta? Fijaos en lo caro que es El barco de Teseo y lo mucho que ha triunfado: eso se debe, en gran parte, a lo mucho que llama la atención los materiales complementarios. Solo debería importar el contenido del libro, pero como tenemos acceso a todo lo que se publica (y muchas veces, sin pagar ni un duro, gracias a las bibliotecas), cada vez somos más superficiales. Por supuesto, debería haber ediciones asequibles para todos los bolsillos, pero a mí, si me ponen el libro un poco más caro porque incluye cosas especiales, no dudaría en pagarlo. ¿Y vosotros?

Me parece increíble el estado en el que se encuentran estos libros que nos enseña Alberto. Seguramente, deben ser parte de alguna iniciativa de intercambio de libros o club de lectura, donde cada uno deja sus comentarios e impresiones. El libro de El barco de Caronte se parece mucho a esto, pero ya viene así de base. Últimamente, además de poner marcadores, estoy empezando a escribir en los márgenes con lápiz, en concreto, en los libros que G leerá en un futuro. Puede parecer que al hacer estos comentarios esté condicionando a futuros lectores para que piensen como yo, pero en realidad lo que hago es exponerles mi interpretación y que ellos la juzguen según lo que han leído y entendido.

 Me pasa lo mismo que Aura Novoa cada medio año. No os podéis hacer a la idea la cantidad de veces que he ampliado mis estanterías, hasta el punto de que, tras la mudanza, G y yo decidimos destinar una habitación solo para los libros. Bien, pues ya hay 6 estanterías que han tenido que exiliarse porque no caben. Entre ambos, sumamos ya 17 estanterías y, ¿sabéis qué? Ya nos volvemos a estar quedando sin espacio. ¿Cuántas estanterías tenéis vosotros?

Qué bonito me pareció este tique que recibió Lluís Pastells Ferrer en el pasado Sant Jordi. Es todo un detalle que incluya un poema, y más que esté relacionado con la festividad. Así, la librería destaca entre las demás. ¿Alguna vez habéis visto un tique de la compra personalizado?

Ni siquiera de adolescente me convencían demasiado los triángulos amorosos, porque exigen mucha suspensión de la incredulidad. ¿Con cuántos triángulos amorosos reales os habéis encontrado a lo largo de vuestra vida? En segundo lugar, la mayoría de los que he leído no están bien construidos y sabes de buenas a primeras con quién se quedará la prota (curiosamente, en este tropo siempre hay dos chicos que luchan por una chica). El único triángulo amoroso que me ha gustado es el de Jem-Tessa-Will en Cazadores de sombras. Los orígenesporque se construye a lo largo de tres libros¿Qué responderíais vosotros a la pregunta de Valeria?

Estoy muy de acuerdo con esta crítica de Marta Cuchelo. Los autores de fantasía no solo tienen que crear un mundo desde cero, sino que tiene que tener coherencia interna. Puede que haya dragones, pero si has establecido que no pueden escupir fuego, no puedes darle ese poder al dragón protagonista en el último momento sin ninguna explicación creíble. Cada mundo tiene sus propias reglas y no pueden romperse por el bien de la trama. 

Entiendo que el objetivo sea llegar a un público determinado, pero creo que las editoriales deberían rebajar las expectativas, porque más de un batacazo me he llevado al comprar un libro en el que se me prometía una cosa y se ofrecía otra. No me gustan las comparaciones porque hacen que la novela parezca un pastiche en lugar de su propia cosa. Tampoco me gustan las expresiones que menciona Alma Prendida porque eso hace que empiece la novela con el listón muy alto, así que la decepción es inevitable. ¿A vosotros os sirven estas comparaciones?


Estoy muy de acuerdo con Nieves Mories. Si quieres conseguir reconocimiento, adelante, escribe lo que está de moda, con el tono y los personajes habituales. Haz libros que no necesiten ser masticados. Si lo que te interesa es expresar lo que guardas dentro, olvídate de las convenciones y escribe lo que te salga y en el idioma que prefieras. Sí, escribimos para alguien, pero eso no nos limita. Hay que ser fiel al estilo propio. Puede que el resultado sea una novela cuya complejidad solo valoren tres o cuatro personas, pero será algo de lo que te sentirás orgulloso. 


Sin duda, está mejorando mucho el tema de las IA, pero hay cosas que todavía se les escapan, como la ausencia de contexto. Muy divertido este desplegable que nos comparte Diego y que se ha traducido directamente del inglés con un traductor automático.

Estoy muy de acuerdo con esta crítica de C. Robert Cargill y ya es algo que está pasando en el mundo de la subtitulación, la corrección y la traducción. Como el grueso del trabajo "ya está hecho" se paga menos a estos profesionales para que arreglen el trabajo de las IA. Al no disponer del documento original, es normal que se les pasen muchas cosas por alto y que el resultado sea el que es. Con la tecnología actual, las IA no pueden escribir novelas, pero sí algo parecido que puede ser reescrito

Como bien dice The neverending reader, la publicación de ambos libros es el evento que ha caracterizado el mes de febrero y esta sección no estaría completa si no los mencionara. En el caso de Blackwater, son unos libros que me llaman la atención por su publicación tan periódica y por el precio tan económico al que se venden. En el caso de Alas de hierro, no me interesa en absoluto, pero he seguido la polémica con atención.


En este hilo, Kalyan explica muy bien toda la polémica y toca todos los puntos importantes. En primer lugar, la editorial tenía las cifras e imprimió menos ejemplares para fomentar el fomo y lograr estar en boca de todos. No temían ninguna represalia, porque no se puede hacer nada contra ellos, ya que tienen casi el monopolio literario español.  Sí, van a obtener mala prensa, pero "mejor que hablen mal de ti que no que no hablen". Me parece una práctica deplorable. Por otra parte, entiendo perfectamente que, si has comprado la edición limitada en preventa avanzando tu dinero, te sientas estafado cuando te dan la edición normal. Sí, lo importante es el contenido, pero habías pagado con antelación por algo. Me parece completamente lícito querer la edición especial y más si es algo que te gusta mucho, pero por otra parte, me entristece esa adoración del libro objeto, sin valorar el contenido, que muchos me han dicho, que deja que desear. Además, tanto esmero pusieron en la forma exterior que se olvidaron de la interior y varias personas se han quejado de la ortografía y de que sus ediciones tenían errores de imprenta. La segunda reflexión también me parece muy interesante, y más ahora que se ha puesto de moda el tema de los cantos pintados. Es cierto que los autores independientes o las pequeñas editoriales, por muy buenas historias que ofrezcan, no pueden competir con grandes sellos, pero es que nunca han podido hacerlo y no creo que esto suponga un punto de inflexión. Ya la diferencia entre ambos grupos era abismal en lo que respeta a inversión en promoción, y esto de los cantos pintados simplemente me parece un ejemplo más de ello. 

No estuve ahí, no vi las colas ni las peleas, pero puedo imaginarme el infierno por el que pasaron los libreros ese día, cuando ellos estaban con las manos atadas. Por supuesto, el consumidor se quejó a aquellos que tenían más cerca, cuando, como dice Núria deberían haber dirigido su odio hacia la editorial.

Confirmo las capturas de Luna y añado que, ahora que ha pasado un tiempo, está incluso más caro. Lo he visto RESERVADO por 150€, cuando nuevo costaba 25€. La especulación se ha ido de madre.  En páginas de segunda mano la gente los vende a puñados, porque muchos de los que lo compraron eran especuladores. 
Hay gente que en las fotos muestra que tiene diez ejemplares. ¡Y si eso fuera todo! Algunos, incluso, se han dedicado a pintar a mano los cantos para vender otras ediciones como si fueran la primera. Cada vez pierdo más la fe en la humanidad.

Y eso es todo por hoy, que no es poco. ¡Siento la turra! Espero que hayáis disfrutado leyendo mis reflexiones y que os haya descubierto un par de cosas. Ahora es vuestro turno. ¡Nos leemos en los comentarios!

lunes, 4 de marzo de 2024

Saga Antonia Scott, Libro III: Rey blanco, de Juan Gómez-Jurado

Hace cuatro años leí Reina roja y me gustó mucho por sus personajes carismáticos y el buen ritmo de la narración. Emocionada, leí Loba negra, pero me llevé una decepción enorme: aunque era entretenida y estaba bien narrada, el ritmo se veía entorpecido por una multitud de puntos de vista innecesarios que trataban de que empatizáramos con los personajes de forma artificial. Pero eso no era todo: no había tensión ni acción trepidantes, los personajes no eran carismáticos, el villano era poco hábil...

No quise rendirme, así que leí Cicatriz, pero me pareció una obra del montón. Entonces, ¿por qué estoy hoy aquí con esta reseña? Ay, es que la carne es débil: cuando vi Rey blanco de segunda mano, no pude resistirme. ¡Pero si eso fuera todo! Lo compré, pero lo he escuchado en audiolibro mediante la eBiblio, porque tenía que limpiar la casa y no sabía qué hacer mientras tanto.

Título: Rey blanco
De: Juan Gómez-Jurado
Narrado por: Nikki García
Español (Castellano)
Duración: 10 horas y 46 mins

Sinopsis:
ESPERO QUE NO TE HA YAS OLVIDADO DE MÍ. ¿JUGAMOS
Cuando Antonia Scott recibe este mensaje, sabe muy bien quien se lo  envía. Tambien sabe que ese juego es casi imposible de ganar. Pero a Antonia no le gusta perder.
Despues de todo este tiempo huyendo, la realidad ha acabado  alcanzándola. Antonia es cinturón negro en mentirse a sí misma, pero  ahora tiene claro que si pierde esta batalla, las habrá perdido todas.
-La reina es la figura más poderosa del tablero -dice el Rey Blanco-.  Pero por poderosa que sea una pieza de ajedrez, nunca debe olvidar que hay una mano que la mueve.
-Eso ya lo veremos-, responde Antonia.
EL FINAL ES SOLO EL PRINCIPIO

Opinión:

La saga de Antonia Scott se ha convertido en todo un éxito comercial y no le faltan motivos. La prosa de Juan Gómez-Jurado tiene gancho, sus personajes son carismáticos y los casos que propone son acertijos que retan al lector. Estamos ante unos libros adictivos y muy entretenidos, que una vez que te cogen, no te sueltan hasta que llegas a la última página. En mi caso, lo leí en formato audiolibro, así que solo lo escuchaba en los ratos muertos, pero estoy segura de que si lo hubiera leído en papel, lo hubiera devorado.

La novela empieza justo donde terminó la anterior: el secuestro de Jon. Tal y como me temía, Loba negra era una novela puente, completamente irrelevante, que solo servía para fragmentar la relación entre Jon y Antonia y contarte un poco más de la vida de esta última. Las referencias a la anterior novela son mínimas y su existencia solo se percibe en el desgaste de los personajes.

Estos y sus dinámicas son lo más interesante de la saga porque, en este libro, la trama no es nada del otro mundo: el señor White tiene en su poder a Jon y, a cambio de su vida, pide a Antonia que resuelva un par de crímenes en un corto espacio de tiempo. Ninguno de los casos es fácil de resolver, pero tampoco son especialmente intrigantes ni creo que el lector disponga de suficientes pistas como para adivinar lo sucedido. El interés radica no tanto en descubrirlo antes que Antonia, sino en seguir el rastro que deja ella (sus preguntas, sus acciones, aquello en lo que se posa su mirada) para entender su línea de pensamiento. Antonia tiene la inteligencia de Sherlock Holmes, pero a diferencia de este, tiene una parte emocional.

La Antonia de Reina roja no tiene nada que ver con la que encontramos en Rey blanco. Leer las novelas de forma tan espaciada me ha ayudado a percibir mejor la evolución del personaje. En el primer libro era una persona fría, racional, metódica, hermética, apática, que se implicaba lo menos posible; aquí, empieza a salir de su cascarón y a preocuparse por los demás y por cómo sus palabras o acciones pueden afectarles. Ya no se cree el ombligo del mundo; sigue pensando que lleva siempre la razón, pero ahora se para a escuchar a los demás. Incluso hace un par de comentarios jocosos, cosa que no se hubiera atrevido a intentar antes.

Me parece fantástico que el personaje haya evolucionado y que cada vez sea más humana. El problema de esto es que, como contrapartida, es mucho más mundana y, por tanto, menos interesante. Sigue teniendo una inteligencia brillante y sus interacciones sociales son extrañas, incómodas, pero ahora parece más una detective del montón. Lo que más me ha gustado es que mantenga esa costumbre de recurrir a palabras intraducibles en otros idiomas para expresar sus sentimientos. 

Jon también ha cambiado mucho desde el primer libro. Aunque exteriormente se muestra vivaracho y despreocupado, esa máscara se rompe de vez en cuando y nos muestra a un hombre harto de jugarse la piel por tan parca recompensa: por cada vida que salvan, otros dos se pierden. Llega un momento en el que uno carga con tantos fracasos a sus espaldas que uno se pregunta si merece la pena seguir formando parte de este mundo de violencia solo para ayudar a los demás. 

A diferencia de otras novelas del género, en ningún momento hay romance entre ellos (Jon es homosexual, para empezar), pero eso no impide que tengan una relación estrecha: los casos en los que han colaborado les han unido hasta el punto de ser uña y carne. Pese a ello, en esta novela, la relación entre ambos es tirante, tanto por el hartazgo de Jon como porque este siente que Antonia aún le esconde partes de su vida. Su trabajo ha hecho que se vayan acumulando reproches, que quedaban relegados debido a las circunstancias. Pero las cosas que no pueden postergarse para siempre.

Otro personaje importante es el señor White, quien siempre va un paso por delante de Antonia, hasta el punto de eclipsarla. Prefiero que un villano más astuto que la protagonista que uno trivial, como en la novela anterior, sin ninguna duda. El problema en este caso es que he estado toda la novela a la espera de que Antonia demostrara estar a la par, pero eso no sucede hasta el final. La dinámica entre ambos ha sido menos interesante de lo que prometía porque sus fuerzas no estaban equilibradas: el señor White tiene todos los ases en la mano y solo juega con Antonia; incluso las pocas veces en las que ella se le avanza, es porque él se lo ha permitido.

En un papel mucho más secundario tenemos a Mentor y al equipo de Reina roja, cuyo protagonismo es mucho menor que en novelas anteriores. Parte de la gracia del personaje de Antonia es cómo interacciona con el resto del mundo, y, aquí, esa interacción se limita casi en exclusiva a Jon, cosa que hace que sea un personaje menos interesante. En favor del equipo de Reina roja hay que decir que son los protagonistas de uno de los pocos giros que me han sorprendido; estas novelas siempre han tenido su punto de crueldad, pero no esperaba que llegara hasta estos extremos. 

Aquí la narración también es en tercera persona y se focaliza en Antonia, aunque también hay escenas centradas en Jon. El autor integra muy bien el discurso indirecto libre, aunque en esta ocasión solo caracteriza a los personajes, sin permitirnos descubrir nuevas aristas. Al igual que en las otras novelas, algunos capítulos ponen el foco en personajes desconocidos que se encontrarán tarde o temprano con nuestro dúo de investigadores. Me ha sorprendido encontrar capítulos de Mentor, una figura bastante misteriosa y celosa de su privacidad y también de Sandra Fajardo, una de las villanas. Como la mayoría de capítulos de esta última narran solo parte de su pasado no se logra empatizar con ella (no vemos cómo es ahora ni cómo se siente), solo entender su trasfondo. Me ha parecido un personaje esquemático, porque solo vemos las partes relevantes para la trama, sin realmente saber nada de su historia previa a Reina roja ni de su vida privada. 

No estoy muy entusiasmada con la novela porque me ha parecido bastante genérica, es verdad, pero la he escuchado con fruición. No solo me dejaba llevar de la mano por la voz de la narradora, sino que quería seguir leyendo para descubrir los misterios sin tener que esforzarme. Además, las escenas de acción son muy tensas, tanto porque el autor sabe manejar a la perfección el ritmo narrativo como por el uso de un vocabulario descarnado que ayuda a crear la atmósfera.

En cuanto al final, sin duda ha sido la mejor parte. Una vez Antonia llega a la fiesta y empieza a revelar todo lo que ha descubierto, no puedes apartar la mirada. Toda la escena de la persecución y el pulso dialéctico me tuvieron con el corazón en un puño. No sabía cómo iba a resolverse la situación, pero Antonia lo hace de forma espectacular, recuperando, además, una idea que está ahí desde la primera página del primer libro: los tres minutos sagrados de Antonia.

Si hay que ponerle una pega, me ha parecido que el señor White pierde mucha agencia a medida que se descubren cosas acerca de él y sus planes, porque aparece una tercera persona implicada, muy poco desarrollada, y eso hace que él tenga menos autoridad. A eso hay que sumarle que nos lo habían presentado como una persona a la que le gustaba jugar con los demás, sí, pero solo si eso no interfería en sus planes. No es que al final se vuelva patético, ni mucho menos, pero no terminé de entender por qué se arriesgó tanto.

El final es completamente cerrado, pero aun así, queda abierta la puerta a la posibilidad de que se publiquen más casos protagonizados por Antonia Scott en el futuro, si ese es el deseo de los lectores. Yo tengo claro que, aunque he disfrutado de la experiencia, ya he tenido más que suficiente; no creo que estas historias puedan aportarme más de lo que ya me han dado.

En conclusión, Rey blanco es un buen final que recupera la esencia de la primera novela, aunque los personajes, muy carismáticos, han evolucionado a pasos agigantados y eso les hace menos interesantes. Antonia gana humanidad y con eso se vuelve más mundana. Jon tiene una relación interesante con ella, al igual que el villano, que siempre va un paso por delante, pero este último queda algo deslucido al final. En general es una obra entretenida, que se devora y que te mantiene atento a sus páginas debido al ritmo que tienen las escenas de acción, aunque los casos que investigan no son nada del otro mundo. Me lo he pasado bien, pero no pienso repetir. 

Al final el autor indica la saga es más una pentalogía, puesto que en El Paciente y Cicatriz, aparece el señor White, pero yo leí esta última y no me suena.

Cosas que he aprendido:

  • Algunas palabras intraducibles útiles

Y ya para terminar, os dejo con mis avances en Goodreads:

PUNTUACIÓN...3'5/5!


Primeras Líneas...

Escuchar fragmento

viernes, 1 de marzo de 2024

Viñeta del lector 118#

¿A partir de cuántas páginas se considera que un libro es un tocho? Supongo que depende mucho de la percepción de cada persona y de lo que suela leer. Hubo una época, antes de descubrir las bibliotecas y las librerías de segunda mano de mi ciudad, en que no sabía cuan largos eran los libros que leía, porque los tenía en digital. A medida que fui adquiriendo mi propia biblioteca en papel, sí que empecé a ser consciente del tamaño de los libros, pero en general, es algo que siempre me ha causado indiferencia. Sí que es verdad que intento no encadenar lecturas tan extensas, porque prefiero variar un poco y leer cosas distintas, pero no es algo que tenga muy en cuenta.

Estoy de acuerdo en que, si te gusta mucho leer, el tamaño no te importa tanto. Si un libro que no me gusta lo llevo muy avanzado, por muy gordo que sea, lo termino, porque no me cuesta nada. G, en cambio, que no tiene tanta facilidad para leer, los abandona con más frecuencia porque un libro de 500 páginas se le hace un mundo. 

Creo que, mientras la historia sea buena, tanto da que el libro tenga cien o mil páginas. Ahora bien, si la historia no me gusta, por supuesto que va a ser un suplicio leer el libro si es muy gordo. Es por eso que, por mucho que ames leer, algunos libros se nos pueden hacer demasiado grandes.

Curiosamente, la mayoría de tocho libros que he leído pertenecen a alguna saga donde todos los volúmenes superan las 800 páginas, que es para mí la cifra a partir de la cual un tocho libro puede considerarse como tal. Una de las pocas excepciones es 22/11/63 (864 páginas), de Stephen King, un libro autoconclusivo, a caballo entre la histórica y la ciencia ficción que me gustó mucho (aunque le sobran páginas).

Los tocho libros son frecuentes en  la novela histórica. Una trilogía histórica que he leído formada por libros extensos es The century, de Ken Follet (el rey de las novelas largas), compuesta por La caída de los gigantes (1024 páginas), El invierno del mundo (960 páginas) y El umbral de la eternidad (1152 páginas). Me pareció que hacían un recorrido histórico del siglo XX muy entretenido y tengo pendiente releerlas algún día, pero su tamaño intimida.

El resto de tocho libros que hay en mi estantería pertenecen al género fantástico. Ya la obra casi fundacional del género, El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, es bastante extensa (1439 páginas en versión integral) y quizás por eso lo habitual es que se venda en tres volúmenes. Con la saga Canción de fuego y hielo, de George R. R. Martin, pasó algo parecido, por lo que las primeras ediciones en España se vendieron separando cada libro en varios volúmenes (no se confiaba en que los lectores se abalanzaran sobre ediciones tan gruesas). Yo leí las versiones integrales en catalán: Joc de trons (840 páginas), Xoc de reis (881 páginas), Tempesta d'espases (1142 páginas), Festí de corbs (840 páginas) y Dansa amb dracs (1197 páginas). Esta saga me costó sudor y lágrimas leerla, pero insistí porque quería ver por qué a todos les gustaba tanto.

En cambio, con Sanderson no tengo problema. Puede publicar todos los tocho libros que quiera, porque yo los leo con devoción: El camino de los reyes (1196 páginas), Palabras radiantes (1248 páginas) y Juramentada (1405 páginas) son los más extensos que tiene. Otro autor de libros largos al que me he aficionado es Abercrombie. De su trilogía La primera ley, el más extenso es el último, El último argumento de los reyes (903 páginas). Luego están el de La mejor venganza (928 páginas) y Los Héroes (896 páginas) que forman parte del mismo mundo pero que se consideran libros independientes.

He querido dejar en último lugar los dos primeros tocho libros que leí, la saga de Crónicas del asesino de reyes, de Patrick Rothfuss formada por El nombre del viento (872 páginas) y El temor de un hombre sabio (1190 páginas). Aunque tengo pendiente releerlas, guardo muy buen recuero de ambas, hasta el punto de que no me importaría que tuvieran el doble de páginas.

Y hasta aquí la entrada de hoy. ¿A partir de cuántas páginas consideráis que un libro es un tocho? ¿Soléis leer libros largos, los preferís cortos u os es indiferente? ¿Cuál es el libro más gordo que habéis leído? ¿Cuál es vuestro favorito? ¿Y el que menos os ha gustado? ¿Sabéis de algún tocho libro que no sea histórico o de fantasía?

martes, 27 de febrero de 2024

Sin amor, de Alice Oseman

Si algo hay que reconocerle a Netflix es que gracias a sus adaptaciones, muchos buenos autores, cuyos libros eran prácticamente desconocidos, han empezado a recibir la atención que merecen. Ese es el caso de Alice Oseman, la aclamada autora de Heartstopper. Por increíble que parezca, empezó autopublicando su novela gráfica en 2016, con 22 años, y alcanzó tal éxito que, dos años después, publicó toda la saga con una editorial en papel. La serie de Netflix, en 2022, terminó de impulsar su carrera y contribuyó a que se tradujera el resto de su obra.

Pese a su éxito, la saga de Heartstopper nunca me ha llamado la atención: la trama parece enfocada a un público más juvenil y la sencillez del dibujo no me parece atractiva. El resto de novelas de la autora también son de corte juvenil, algunas más new adult, como es el caso de Sin amor, pero eso no me ahuyentó: había oído que la autora no solo trataba muy bien la diversidad, sino que la introducía con mucha naturalidad, algo difícil de encontrar hoy en día. Este libro, además, prometía hablar del arromanticismo y la asexualidad, dos tipos de orientaciones de las que se habla poco, incluso hoy en día, por lo que decidí darle una oportunidad.

Editorial: Fandom Books.
Autora: Alice Oseman
Traducción: Paz Pruneda Gozálvez.
Formato: Tapa blanda con solapas.
Autoconclusivo: Sí.
Páginas: 456.
ISBN: 978-84-18027-46-8
Año: 2021

Sinopsis:
Georgia piensa que no conoce el amor en el sentido más romántico de la palabra. Ha cumplido dieciocho años, pero no ha tenido una relación amorosa ni ha sentido un flechado en toda su vida. Por eso la gente la considera rara y ella ha empezado a creer que padece alguna anomalía. Ahora que empieza la universidad, tal vez ha llegado el momento de descubrir cuántas clases de amor existen. Después de todo, nadie vive realmente sin amor.

Opinión:

La sociedad nos constriñe. Hace cincuenta años, se esperaba que las veinteañeras encontraran marido y tuvieran hijos, mientras que, en el caso de los hombres, hasta los treinta años, no se les empezaba a exigir que sentaran cabeza con una mujer, que formaran una familia y que tuviera un trabajo estable. Por suerte, las cosas han cambiado, aunque no tanto como nos creemos. Es cierto que el matrimonio ya no está tan en boga y muchas parejas viven en el pecado (Laura hace rodar los ojos), pero se nos sigue exigiendo que, antes de que se nos pase el arroz, encontremos una pareja (del género que sea) y que tengamos un hijo.

Por otra parte, hemos pasado de venerar la virginidad a despreciarla. Si nunca has tenido pareja o besado a alguien, eres considerada una persona inmadura y merecedora de lástima. Siempre te dicen que tarde o temprano encontrarás a otra persona con la que compartir tu vida y con esa afirmación bienintencionada, siembran en tu mente la idea de que no se puede vivir solo, que si no tienes pareja e hijos que te cuiden en la vejez, serás una persona solitaria, triste e infeliz. Por eso, la mayoría de la gente busca desesperadamente a su media naranja y, si no la encuentran, se conforman con medio limón. Empezamos con el listón muy alto, y poco a poco vamos bajando nuestras expectativas, hasta el punto de conformarnos con cualquiera que no nos repulse y nos trate bien. Hay demasiada gente que comparte su vida, años y años, con personas con las que no encajan, no porque divorciarse esté mal visto, sino por miedo a quedarse solos. 

Siempre he pensado que más vale solo que mal acompañado. Al menos, esa es la máxima que he intentado seguir, aunque no siempre ha sido fácil debido a la presión social. Georgia, la protagonista de esta novela, se encuentra justo en ese punto crítico. Está a punto de empezar la universidad y, hasta el momento, no había tenido ninguna prisa por enamorarse y encontrar pareja. Ahora ha abierto los ojos y se ha dado cuenta de que está desperdiciando su juventud porque no ha hecho nada de lo que se suele hacer a su edad, que mientras los demás avanzan en su camino a la felicidad, ella se queda estancada.

Es por eso que al empezar la universidad, Georgia trata desesperadamente de alcanzar la tierra prometida del amor y se esfuerza hasta la saciedad por intentar disfrutar de "la experiencia universitaria" (emborracharse, salir de fiesta, liarse con desconocidos, trabar amistad con todo el mundo, enamorarse), aunque eso suponga ir en contra de sus propios deseos. Por eso, intentará salir con gente que en realidad no le gusta, solo por experimentar, o se obligará a permanecer en fiestas en las que se siente incómoda, con la esperanza de descubrir por qué eso a los demás les gusta tanto.

Esta es una novela de corte new adult, enfocada a un público universitario, cuyo objetivo es ayudar a toda aquella gente que se siente perdido respecto a su identidad y que además pretende reivindicar identidades menospreciadas, como son el arromanticismo y la asexualidad. La historia de Georgia me ha transportado a mis primeros años en la universidad, una época de grandes inseguridades y de autodescubrimiento.

La autora construye un personaje muy real, lleno de contradicciones, y con el que puedes identificarte fácilmente. Georgia, enamorada de la idea del amor y de la felicidad que está asociada a él, desea fervientemente enamorarse. Es una chica de perfil bajo, con un par de amigos íntimos, a quien le gusta leer fanfics y el teatro. Me ha gustado que su bagaje cultural se reflejara en la narración, donde se cuelan referencias aquí y allá.

Georgia refleja muy bien los miedos e inseguridades que siente una preuniversitaria en su situación. Y lo sé, porque yo he sido Georgia. Al igual que ella, salí con una persona por presión social; no me gustaba, pero deseaba que me gustara y sentir mariposas y toda la felicidad que me habían vendido tantos libros y películas. Por supuesto, no me pude mentir a mí misma mucho tiempo y lo dejé. Durante unos años me centré en mí misma, pero sin dejar de esperar; todo el mundo decía que el amor llegaría tarde o temprano. Y cuando ya empezaba a creer que eso no era cierto, conocí a G. Había tan pocas posibilidades de que nuestras vidas se cruzaran, que eso me convenció de que no merece la pena vivir esperando, por muy feliz que sea ahora, aunque tampoco hay que conformarse con el primero que pase. 

Por otra parte, al igual que Georgia, también me esforcé por encajar en el molde universitario. A diferencia de la protagonista, pronto me rendí, aceptando que ligar y salir de fiesta no era lo mío, pero en el fondo siempre sentí que era un fracaso y que desperdiciaba mi juventud. Ahora me doy cuenta de que hay que probarlo todo, pero que una no tiene que forzarse a ser como los demás. La felicidad puede tomar muchas formas, así que tienes que abrazar lo que te hace feliz a ti, en lugar de intentar imitar al resto. 

Pese a sentirme identificada con Georgia, al principio el personaje no me caía bien; llevaba demasiado al extremo su obsesión por encontrar el amor. Poco a poco fui entendiéndola y nos reconciliamos. Su obsesión está justificada porque, pese a las similitudes, el caso de Georgia es distinto al mío: ella está confundida con su identidad y no sabe qué es lo que quiere. Además, la novela te deja bastante claro que la actitud de Georgia no es la adecuada y que ella debería ser capaz de ser feliz por ella misma, sin una pareja. 

Como he comentado antes, la historia se adentra en la psicología de Georgia y en la exploración de su identidad. La novela presenta de forma muy acertada (escuetamente, pero tratando todos los puntos claves) dos orientaciones muy poco tratadas en literatura: el arromanticismo y la asexualidad. Hoy en día (al menos en España) se acepta bastante la homosexualidad. La transexualidad y la bisexualidad, por su parte, cada vez están más normalizadas. En cambio, la pansexualidad, asexualidad, demisexualidad, etc., son identidades muy desconocidas, poco representadas en la ficción y consideradas por algunos como una fase. Y ya no digamos a aquellos que se definen como no binarios, arrománticos o de género fluido; muchos piensan que es para llamar la atención.

Que haya tan poca información sobre estos temas hace que la gente que se sale de la norma lo tenga muy difícil para encontrar su lugar. Es cierto que las etiquetas te limitan, pero al mismo tiempo, te dan seguridad y te ofrecen la oportunidad de encontrar una comunidad de personas que te comprende y que te puede ayudar a salir adelante. Georgia es un ejemplo de lo perdida que se siente una persona que se da cuenta de que está en los márgenes de la marginalidad. Sus dudas son completamente lógicas, así como su miedo a renunciar a disfrutar del amor romántico y el amor físico.

Al final, ese es el problema con el amor. Era muy fácil idealizar el romanticismo porque estaba por todas partes. Estaba en la música y en la televisión, o en las fotos filtradas de Instagram. Estaba en el aire, vivo y coleando, lleno de nuevas posibilidades. Estaba en las hojas caídas, en las desvencijadas puertas de madera, en el desgastado pavimento y en los campos de dientes de león. Estaba en el roce de manos, en las cartas garabateadas, en las sábanas arrugadas y en la hora dorada. En un suave bostezo, en las risas matinales, en los zapatos alineados junto a la puerta. En la mirada a través de una pista de baile. Podía verlo, todo el tiempo, a mi alrededor, pero, cuando me acercaba, descubría que no había nada ahí. Que era un espejismo.

No estoy muy familiarizada con estas identidades, por lo que este libro supuso un choque ideológico. Me costó mucho comprender la mentalidad de la protagonista, no porque esté mal explicado, sino porque son ideas que nunca me había planteado. ¿Cómo puedes desear estar físicamente con alguien, pero al mismo tiempo no considerar a nadie atractivo? ¿Cómo puedes adorar los fanfics, las novelas y las películas románticas, pero rechazar cualquier acercamiento amoroso? Y lo mismo con la diferencia entre la atracción romántica y la atracción física, porque hasta antes de leer la novela, creía que la única diferencia entre una pareja y un mejor amigo era la atracción física, pero ahora lo veo con otros ojos.  

Os he hablado mucho de Georgia, pero no es el único personaje importante, ni mucho menos. En la novela, la amistad tiene tanto peso como el amor. Jason y Pip son los mejores amigos de Georgia, su salvavidas cuando siente que su mundo se hunde. Ambos la acompañarán en su viaje de autoexploración y le darán todo su apoyo. Además de ellos dos, está Rooney es una chica vividora que comparte habitación con Georgia y que poco a poco entrará a formar parte del grupo. La relación de amistad de los cuatro está muy bien trabajada y es realista. Además, lo mejor de estos personajes es que no son satélites que orbitan alrededor de Georgia, sino que tienen su propia vida y preocupaciones. Apoyar a su amiga no significar darle la razón en todo, sino intentar comprenderla, ser sincero, resolver los conflictos hablando y dar sermones cuando es necesario. Pese a la complicidad que hay entre ellos, la universidad supone un cambio muy grande para todos, así que tienen sus rifirrafes y sus recriminaciones.

Me hubiera gustado que, además de los amigos, la familia tuviera mucho más peso. Los padres de Georgia solo aparecen en ocasiones contadas. Entiendo que la universidad esté lejos y que no estén muy unidos, porque la presionan mucho con su vida sentimental, pero tampoco se llevan mal, así que su falta de confianza no está justificada.  

En cuanto al tema de la diversidad, que es lo que realmente me llamaba la atención, todas las opiniones dan en el clavo: la autora trata muy bien a todas las identidades porque no se apoya en estereotipos y ese no es el único rasgo definitorio de los personajes. Estamos ante una novela en la que la diversidad no está ahí por moda ni es forzada. Además, de la protagonista, conoceremos a gente de todo tipo de orientación sexual porque, lógicamente, Georgia empieza a relacionarse con la comunidad LGTBI de su universidad.

Lo único que me ha chirriado un poco en este aspecto es que el entorno de Georgia es idealmente positivo. Excepto la incomprensión inicial de sus amigos y un comentario intolerante de fondo, todo el mundo la apoya: la comunidad LGTBI es muy positiva, sus amigos lo aceptan una vez ella se ha aceptado e incluso un miembro de su familia empatiza con ella. Es cierto que menciona que a sus padres y al resto de su familia es posible que les cueste aceptarla, pero no hay una escena de confrontación. El mundo real está lleno de gente intolerante y tozuda, que no acepta nada que rompa sus esquemas, y que rechazarían de frente y se burlarían de Georgia. Aun así, creo que es tarea de otra novela tratar los conflictos derivados de la intolerancia social, porque esta ya ha dado un primer paso en la visibilización de estas identidades. 

Por último, me gustaría comentar la ambientación. Toda la novela se desarrolla durante el primer año universitario de Georgia, en una universidad inglesa. Me fascina la complejidad y la extensión de la cultura universitaria en países como Inglaterra. Los campus son pequeñas ciudades aisladas, que suplen todas tus necesidades, tanto básicas como de ocio. Y no solo eso, sino que los alumnos tienen un gran sentimiento de comunidad: se dedica una primera semana a organizar eventos sociales, los alumnos organizan y participan en muchas asociaciones, tiene tradiciones como los "matrimonios universitarios"... No sé en las vuestras, pero mi universidad tiene: una librería, una farmacia, un centro médico, un parque, un gimnasio y un edificio de plazas muy limitadas para residencia. Oh, y un sistema nefasto de interconexión con la ciudad: los intérvalos de mayor frecuencia son de veinte minutos y no funciona ni de noche ni en fin de semana. Se organizan conferencias y charlas y hay alguna agrupación como el club de debate, pero poco más. Las clases son de entre 10 y 40 alumnos (aunque he ido a optativas en las que éramos dos personas) y el trato con los profesores es muy familiar. Nada que ver.

Por otra parte, me parece que la novela incide mucho en la parte social de la universidad y poco la parte académica. No sabemos nada de las clases de Georgia, no está estresada por los exámenes y solo menciona en un par de ocasiones que va a la biblioteca a estudiar. Es lógico que no se haga hincapié en estos aspectos más aburridos de la vida universitaria, pero si escribes una novela sobre los inicios de una chica en su etapa universitaria, me parece lógico que también se trate el aspecto académico. Incluso si solo te interesa tratar la parte social, en clase es inevitable establecer relaciones con varias personas y conocer gente, ni que sea porque se hacen muchos trabajos en grupo, pero Georgia no traba amistad con nadie en ninguna clase.

En conclusión, Sin amor es una novela necesaria que habla acerca de la presión social por encontrar pareja y explora identidades poco representadas en ficción como son el arromanticismo y la asexualidad. La trama sigue Georgia, una chica universitaria con la cabeza llena de ideas preconcebidas sobre el amor y que poco a poco descubrirá que quizás tenía la felicidad frente a los ojos y era incapaz de verla. Las relaciones de amistad están muy bien trabajadas, porque la obra te muestra que no todo es perfecto y que la gente, por mucho que se quiera, tiene sus más y sus menos. En general es una lectura muy ligera y entretenida, con buenas reflexiones y con personajes, tanto principales como secundarios, muy realistas, con los que puedes empatizar, y que te devolverán a la nostalgia de la época universitaria. 

Cosas que he aprendido:

  • Mucha información sobre la asexualidad y el arromanticismo
  • Las universidades inglesas son una locura y entre los alumnos hay un gran sentimiento de unidad universitaria
  • La diferencia entre la atracción física y la atracción romántica

Y ya para terminar, os dejo con mi avance en Goodreads:

PUNTUACIÓN...4/5!

Primeras Líneas...